En la segunda mitad del S. IX, los reyes de Asturias, y en particular Alfonso III, aprovecharon la debilidad de los emires cordobeses y ocuparon territorios que se extendían hasta el río Duero. Se trataba de una zona deshabitada que había sido abandonada por las guarniciones militares musulmanas.
Con esta ocupación, el reino asturiano aumentó su territorio y un buen numero de campesinos se asentaron en estas tierras que habían estado despobladas y yermas durante muchos años.
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